Mucho se ha escrito en la sección DECO desde la primera vez que os hablé de uno de nuestros proyectos. En aquella ocasión, la protagonista fue mi casa y gracias a ella, además de descubrir que podía compartir con vosotros mi oficio y pasión, descubrí que erais miles los apasionados del interiorismo y las reformas.
Cada vez que preparo un post con el ANTES y DESPUÉS de una de las viviendas que acabamos de reformar tengo una mezcla entre ilusión y nervios. Ilusión por mostraros el resultado y nervios por saber qué os parece.
Hoy, aunque no se trate de una reforma integral sino de un proyecto de decoración en toda regla, me sucede algo parecido. Por un lado estoy emocionada por mostraros una vivienda 100% bolena hasta el más mínimo detalle y por otro, espero que, aunque para gustos colores, disfrutéis con el reportaje que os hemos preparado.
¿Y qué decir de la vivienda de Margot? Pues que parece que fue ayer cuando buscábamos juntas alquileres para que se mudara lo más cerquita de mí y de nuestro trabajo. La de antros que pudimos encontrar. Rozábamos ya la desesperación cuando una tarde de Agosto la llamé desde el otro lado de los 400 km que nos separaban por las vacaciones para decirla: «creo que lo tengo».
Se trataba del piso con las peores fotos ever que había visto jamás. Sin embargo, a diferencia de los demás, ¡era blanco! y VACÍO. Nada de muebles estilo remordimiento: paredes, suelo, techo y una cocina que dentro de que no era nada del otro jueves, al menos estaba nueva.
Margot me dijo que fuera a verlo, que confiaba en mi criterio. Poco después volvimos juntas, negociamos el precio, pedimos 2 armarios modelo «x» de Ikea y a los 15 días empezaba todo: 70 m2 como un lienzo en blanco. Un proyecto que no resuelves en un mes ni en tus mejores sueños.
Sabéis que sería capaz de hablar de tabiques, pintura y azulejos hasta la extenuación. Lo que no os he comentado nunca es que si algo bueno tiene trabajar con tu hermana, es que en ocasiones te asustas de lo fácil que puede ser todo. Si algún día tengo mi propia casa, ya sé qué labor desempeñará ella: será mi coolhunter particular. Una caza tesoros, vamos.
El piso respira luz en cada esquina. Los muebles ha sido cuidadosamente seleccionados buscando ese aire nórdico de casa «sin ornamentos» pero con el toque cálido que aportan los objetos propios: cojines tejidos por Margot, cabecero de madera realizado en nuestro estudio, láminas con mensaje de Hermanas Bolena…
Mi parte favorita es el comedor, que en origen se trataba de un salón de paso. Y cuando digo «de paso» me refiero a que partía completamente la circulación de la casa. En la gran mayoría de ocasiones, cometemos error «decorativos» que realmente responden a errores de «distribución». Decidir romper con lo estipulado y establecer los espacios en función del uso que cada uno quiera darle, raramente supone una equivocación. Es por ello que esta preciosa mesa rodeada de sillas Eames junto con otras piezas vintage restauradas por los dueños, es ahora el «centro neurálgico» donde se desayuna, come, cena y celebra cada vez que hay ocasión. Con tres habitaciones a parte, finalmente se eligió una de ellas para decorarla como salón propiamente dicho, con una zona de estar y otra de trabajo.
La segunda habitación se destinó a zona de vestidor sin pretensiones: dos armarios, una cómoda que hace las veces de tocador, un espejo de cuerpo entero y una silla Thonet. Un privilegio del que al menos disfrutará hasta que me haga tía 😉
La cocina, como os comentaba al principio, venía de serie. En un piso de alquiler uno no puede invertir más de lo estrictamente necesario sin embargo, no hay nada que una tela bien linda para cubrir el cubo de basura o un bonito menaje no puedan arreglar. Hasta la «abuelinchi» se unió a la causa tejiendo un precioso felpudo de trapillo color fresa que da pena pisar.
Y por último, el dormitorio. Ese espacio que te llama desde el final del pasillo y te invita a esconderte bajo la ropa de cama de Zara Home y el mullido nórdico de Ikea. Sobre la cómoda, jabones de Anthropologie y lavanda del pueblito bueno. Muebles que hacen la función de mesillas sin serlo propiamente y un cabecero de madera natural diseñado por Margot y construido por el propio Padre Boleno.
Blanco con toques mint, muebles versátiles y una prioridad absoluta de la luz, reforzada con textiles ligeros.
Una casa de esas que no puedes dejar de piropear desde el momento en que pones un pie en ella.
Entorno Público 